Peñíscola está claramente situada en la vanguardia del turismo castellonense. Peñíscola, la Ciudad en el Mar, es el símbolo indiscutible de la Costa del Azahar castellonense y, al mismo tiempo, una de las siluetas más representativas de la Comunidad Valenciana. Sus características excepcionales han transformado a esta población amurallada en uno de los enclaves turísticos más importantes de todo el Mediterráneo español.
Peñíscola ofrece mucho al turista, no solamente las buenas playas y calas, sino también un conjunto monumental de primer orden y una larga serie de eventos culturales, entre los que destacan el Festival Internacional de Cine de Comedia (finales de Mayo) así como el Festival de jazz (Julio) en el Palau de Congresos, el Festival Internacional de Música Antigua y Barroca (Agosto) y el Ciclo de Conciertos de Música Clásica (Finales de Septiembre), que tienen por escenario el imponente Castillo del Papa Luna.
Puede presumir de contar en su término municipal con uno de los más bellos tramos de costa virgen que todavía existen en el Mediterráneo español: la Sierra de Irta declarada parque natural por la Generalitat Valenciana.
Posee un patrimonio interesantísimo, una densa historia y unos atractivos naturales de primer orden. Las cristalinas aguas del Mare Nostrum abrazan Peñíscola casi en la totalidad de su perímetro, íntegramente fortificado, excepto en el istmo que une la población con la costa, y que a su vez separa la magnífica playa norte de la playa sur y del puerto pesquero. Un paseo marítimo enlaza la zona hotelera y residencial, que se extiende hacia Benicarló, con el casco urbano, que fue declarado monumento histórico-artístico en octubre de 1972. Recomendamos vivamente la visita detenida de la ciudad-fortaleza, cuyo estado de conservación constituye todo un ejemplo.
Hay que recorrer, sin prisa y con muchas pausas, las estrechas y empinadas callejas del blanco caserío de estructura árabe y de rancio sabor mediterráneo y pescador. Se comprende entonces la fama de recinto inexpugnable que adquirió Peñíscola en el transcurso de los siglos, ya que sus pétreas murallas construidas sobre los abruptos acantilados impedían los ataques enemigos, tanto desde tierra como desde el mar.
Se sugiere visitar asimismo los dos templos existentes en el recinto amurallado: la iglesia parroquial, de estilo gótico en su origen, y la iglesia de Nuestra Señora de la Ermitana, en donde se venera a la patrona de la localidad. Delante de este edificio religioso se halla la Plaza de Armas, que es escenario durante los primeros días de septiembre de unas interesantes manifestaciones folklóricas muy antiguas: las danzas de los «Moros y Cristianos» y las de «Cavallets» y «Llauradors».
El casco histórico está plagado de tiendas de artesanía cerámica, de boutiques y de tenderetes de jóvenes que elaboran piezas de joyería y de bisutería a la vista del público. Una vez efectuada la visita a esta histórica población, se aconseja descender hasta el puerto pesquero, a través de alguno de los tres pórticos de entrada al recinto amurallado: el «Portal Fosc» o de Felipe II, el de Santa María y el del Papa Luna. El momento idóneo para recorrer el puerto es el de la llegada de las barcas de pesca, ya que así se puede presenciar, además del atraque de las embarcaciones y de la descarga de las capturas, la subasta pública de las mismas. Se sugiere también embarcar en una de las populares «golondrinas», lanchas que permiten contemplar los acantilados y las ciclópeas murallas de Peñíscola desde el mar